martes, 28 de septiembre de 2010

Extraña fascinacion por Jarosik

La primera vez que vi un partido de fútbol en un estadio fue un Sevilla-Real Madrid, en el Sánchez Pizjuán al que me llevó mi padre siendo yo niño. El partido terminó uno a cuatro a favor del Madrid en el que jugaban Buyo, Zamorano (que marcó dos goles), Alfonso, Míchel… El último partido que vi fue un España-Egipto, o España-Rusia (no sé cuál, pero vi los dos). Ambos partidos fueron de preparación del Mundial de Alemania y de ambos me es imposible rescatar algo decente. Nunca más volví a pisar un estadio para ver un partido.

Paseaba por la Plaza de Oriente de Madrid con mi amigo Antoñete cuando sonó su teléfono. “No puedo” le dijo al interlocutor y acto seguido me dijo “Cabezón, ¿tú quieres ir al fútbol?”. No me lo pensé y le dije que sí. Reconozco que me daba un poco de pereza, pero no tenía nada que hacer y evidentemente me atraía la idea de ver el partido (si no hubiese ido probablemente hubiese acabado viéndolo en casa).

Según iba llegando a las inmediaciones del Calderón, me iba viniendo arriba. “Parece que he acertado me dije”. Y así fue. El partido fue bastante malo, pero me pareció muy interesante. En el campo, y más donde nos encontrábamos situados nosotros, justo debajo del palco presidencial, se ve mucho mejor el fútbol que en la tele. La tele te ofrece repeticiones y los detalles, pero en el campo tú eliges lo que quieres ver en tiempo real. A mí lo que más me gustó es que ves mucho mejor cómo están trabajados los equipos. Quién es mejor jugador. Por ejemplo, Gabi, el mediocentro del Zaragoza, me pareció mucho mejor jugador en directo que cuando lo veo por la tele.

Pero hubo un jugador que me fascinó por encima del resto. Ese jugador fue el checo Jiri Jarosik. Los aficionados que había alrededor de mí se referían a él como “el pívot”, “el alto rubio ése” y cosas por el estilo. Tal vez fuera Godín el central que mejor jugó el partido, pero vuelvo a decir que a mí me gustó Jarosik. Mientras lo veía pensaba en un asesino a sueldo que hace su trabajo, con pulcritud, con esmero, sin hacer ruido. Sin dejar rastro, borrando todas las huellas de su paso por el Calderón. Por momentos me pareció hasta elegante. Con el balón en los pies no es absolutamente nada del otro mundo. Tiene dos opciones, dársela fácil a quien está al lado o, si aprietan un poquito mandarla arriba y que sea lo que Dios quiera. Es un jugador lento en sus desplazamientos, no tiene mucha cintura, pero su metro noventa y cinco le permite ser fuerte y contundente con los delanteros rivales además de ganar todos los balones aéreos. Jarosik no se complica, sabe lo que tiene que hacer y lo hace. Si le superan, es porque han sido mejores que él, no porque haya cometido un error. El domingo, desde luego, no permitió que nadie pasara que es lo que, antes que nada, hay que pedirle a un central.

Cuando llegué a casa busqué información sobre Jarosik. Repasé su currículum y vi que estuvo dos años en el Chelsea, aunque jugar, lo que es jugar no jugó mucho, pero que le quiten lo bailado a Jarosik. No todo el mundo puede decir que ha jugado en el Chelsea. De allí pasó, una temporada por Birmingham, que descendió a pesar de los cinco goles del checo. Del Birmingham se fue al Celtic de Glasgow, donde jugó y anotó goles, para pasar a la liga rusa y acabar finalmente en el Zaragoza. Seguí buscando y descubrí que curiosamente nació el mismo día que yo, el veintisiete de octubre, pero de un año diferente. ¿Será por eso que me fascinó este enorme y silencioso checo de casi treinta y tres años?  Sea como fuere seguirá cumpliendo su trabajo con eficiencia en el centro de la zaga zaragozana. Jarosik es uno de los desconocidos que hacen grande la liga española.

lunes, 20 de septiembre de 2010

Que alguien ataje ese balón

Resulta oportunista decir hoy, tras su tremendo partidazo contra el Barcelona, que el atlético De Gea es un porterazo de nivel y que está preparado para defender la portería de cualquiera de los equipos punteros del fútbol mundial. También es cierto que el arquero viene firmando magníficas actuaciones desde que debutara con el Atlético de Madrid y que lo de ayer fue sólo una demostración más de las maravillosas condiciones que posee.

Viendo a De Gea estirarse en el aire para despejar los certeros lanzamientos lejanos de Xavi, Pedro y Villa o resolver con éxito un mano a mano con un inspirado Leo Messi, me vino de golpe a la mente la ¿atajada? del portero inglés Green a tiro del centrocampista estadounidense Clint Dempsey en el pasado Mundial de Sudáfrica. Es cierto que Dempsey, un buen centrocampista llegador que juega en el Fulham inglés, posee un gran disparo lejano (que se lo digan a la selección española de la Copa Confederaciones’ 09, que nos coló uno parecido) aunque también lo es que el disparo del gol del empate contra Inglaterra le llega a Green manso y fácil, pero de pronto el balón se le escapa de las manos, como si las hubiese metido en jabón, y acaba dentro de la portería. Uno a uno en el Inglaterra Estados Unidos y reparto de puntos en el casillero. Green sacrificado por su entrenador Fabio Capello y todos los medios ingleses cargando contra el portero del West Ham, a quien vi liándola parda de nuevo hace una par de semanas o tres. Parece que salvo milagro, o progresión que escapa a la naturaleza humana, la carrera de Robert Green con los pross ha terminado.

Lo que a nosotros nos llega del portero del West Ham son sus frecuentes errores garrafales (ahí está youtube), pero no sus paradas y acciones de mérito (bueno en el mano a mano). Obviamente hay que ponerlo todo en una balanza y tomar una decisión. En mi caso, viendo los innumerables errores del guardameta (que seguro que es una buenísima persona) me digo: “si éste es el titular, cómo será el suplente”. No es que quiera hacer leña del árbol caído, pero este árbol lleva mucho tiempo ardiendo.

Aquí está el error mundialista de Green:

Uy, perdón, ahora sí:

Y para que no nos tilden de maliciosos después de tanta cal, os dejo una de arena (nunca supe si la arena era la buena o era la mala. Sinceramente creo que la cal es la buena y la arena la mala, en cualquier caso… Robert Green):

La cuestión es que desde hace mucho tiempo no aparece por la Premier League un portero inglés de garantías. Las principales porterías inglesas están ocupadas por guardametas que no son ingleses e incluso muchos de esos porteros titulares foráneos no son grandes arqueros. Es más, de los veinte equipos que compiten este año en la Premier sólo ocho cuentan con un meta titular inglés, a saber:
Manchester City: Hart
Birmingham City: Foster
Blackburn Rovers: Robinson
Fulham: Stockdale
Wigan: Kirkland
West Ham: Green
Newcastle: Harper
West Bromwich Albion: Carson
Blackpool: Gilks

 De estos ocho equipos tres son los recién ascendidos (Blackpool, West Bromwich Albion y Newcastle), dos se salvaron por los pelos (West Ham y Wigan), otros dos viven en mitad de la tabla (Birmingham y Fulham) y sólo uno de ellos (Manchester City) es uno de los máximos aspirantes a todo. Lo que está claro es que Inglaterra tiene un problema en la portería. Cómo será el asunto que hasta pensaron en nacionalizar a Almunia (a quien difícilmente colocaría dentro de un top ten de porteros españoles). Y el caso de Inglaterra no es el único, es simplemente un caso paradigmático. Son muchos los países que no cuentan con buenos porteros que defiendan las porterías de sus combinados nacionales (sólo hay que echar la vista a África).

Por suerte, en España vamos sobrados de porteros. Es más me juego ahora mismo con quien sea que es el país con mejor nómina de porteros: Casillas, Reina, Víctor Valdés, Diego López, Palop,  De Gea, Asenjo, César, Aranzubía, Iraizoz…

Todo esto me pasaba por la cabeza (vale, no me pasaba exactamente así) mientras veía a De Gea volar en paralelo al suelo y despejar a mano cambiada un lanzamiento de David Villa que se dirigía a la escuadra, provocando la atronadora ovación de la exigente grada atlética. Acto seguido pensé: “que suerte tenemos los españoles. Tenemos sol, buenas playas, jamón, gambas y porteros, muchos porteros”.

jueves, 16 de septiembre de 2010

Barcos en La Romareda

El pasado domingo la nostalgia golpeó sin miramientos al portero zaragocista Leo Franco. El cancerbero estaba en La Romareda de cuerpo presente, vestido de corto, pero su alma se encontraba a miles de kilómetros de allí, en Buenos Aires. Sentado encima de una valija, la brisa húmeda del puerto de Boca acariciaba su cara de lagarto, mientras él se entretenía observando los barcos zarpar, oyendo los graves bramidos de los cargueros que arribaban.

El día que Leo Franco se puso a recordar a su amada Argentina sin importarle lo más mínimo lo demás, lo aprovechó el Málaga para mostrar en el escaparate de la Liga sus nuevas  motocicletas. Leí en la víspera del Zaragoza-Málaga una entrevista al extremo portugués Eliseu. Aunque el luso es más bien una motocicleta de kilómetro cero ya que ésta es su segunda etapa en el Málaga. Eliseu venía a decir en la entrevista que el Málaga, creará mucho peligro este año gracias a la velocidad del equipo. Dicho y hecho. Una sucesión de rapidísimas transiciones les pusieron con un impensable cero a cinco a favor en el marcador en tan sólo media hora de partido.

-¡Leo, carajo, despierta que el barco se hunde!- le gritó un compañero que pasaba por allí después del tercer gol.
-¡Conchasumadre! ¿Y qué querés que haga si me vienen todos solos?- respondió para sí mismo Leo Franco.

El arquero argentino se cubrió de gloria, pero su zaga estuvo también con el síndrome post-vacacional. El Málaga sólo tenía que poner (qué digo poner, lanzar u orientar mínimamente) el balón a cualquier espacio vacío a la espalda de la poco coordinada defensa zaragocista para que sus rápidos jugadores, con Eliseu y Quincy a la cabeza, se plantasen solos frente al meta del conjunto maño, mientras que los defensores se miraban los unos a los otros con la misma cara que se te queda cuando te has dejado las llaves dentro de casa y no hay nadie que te pueda abrir.

También leí antes de la disputa del partido una entrevista al nuevo (y único) central danés del Málaga, Stadsgaard, en la que decía que Quincy era el compañero que más le había sorprendido de todos por su velocidad y su calidad. Y mira por dónde, en el minuto veintiocho de partido Quincy, agarró el balón pegado a la línea de cal a la altura de la divisoria, encendió el contacto de la moto, metió gas a fondo, se deshizo de los dos conos que llevaban puesta la camiseta del Zaragoza que había en su camino y con un sencillísimo pase atrás sirvió el cuarto a su compañero Juanmi. Seis minutos más tarde, en el treinta y cuatro de partido, el mismo Quincy sólo tuvo que realizar una veloz carrera en línea recta y sin oposición para plantarse delante del melancólico Leo Franco a quien batió por bajo.

Aviso a defensores y presidentes. Defensores, cuidadito con Quincy que no se anda con chiquitas y menos con terreno por delante. Presidentes: ¿Será Stadsgaard un maravilloso secretario técnico? ¿Será (copiando las maneras de la prensa deportiva) Stadsgaard el “nuevo” Monchi de los despachos?

Hay que decir que la defensa del Málaga tampoco es que estuviera muy espabilada. Si vas ganando cinco a cero, ¿cómo es posible que un equipo que se presupone noqueado después de encajar cinco goles te pueda hacer tres? Digo yo que habrá que ajustar algunas cosas. Míratelo, Jesualdo.

Y por último y para terminar, no me pareció bien que la afición del Zaragoza pitara cada intervención del desafortunado Leo Franco. Al fin y al cabo, ¿a quién no le gustaría estar ahora mismo en el puerto de Boca viendo los barcos zarpar?


y de regalo un video de Quincy y Eliseu (espero que lo entiendan, a veces uno se permite licencias)
http://www.youtube.com/watch?v=rbY9ePebWB8&feature=related

lunes, 13 de septiembre de 2010

Nuestro fútbol no es el único válido

“Nuestro fútbol no es el único válido”. La frase es de Guardiola, hace referencia al juego de toque… y qué razón tiene.

Hace escasos minutos acaba de concluir el Almería- Real Sociedad con empate a dos en el marcador. El entrenador del equipo andaluz es Juanma Lillo, amante del fútbol ofensivo y uno de los maestros e inspiradores de Guardiola. Con uno a uno en el marcador un error de M´Bami (buen mediocentro camerunés) en la salida de balón ha propiciado el segundo gol de la Real, obra de Sutil. El realista se encontró solo cara a cara con Diego Alves  y definió con su zurda, con elegancia y frialdad ajustando un disparo raso al palo derecho del meta brasileño.

El caso es que al Almería le tocaba remontar de nuevo (poco antes, un gol de Piatti había neutralizado el tanto inicial de Tamudo). El conjunto almeriense intentaba igualar la contienda con mucho juego de toque, con movilidad y dinamismo, con una propuesta digamos romántica. Valeri, M´Bami, Vargas y Bernardello poblaban el centro del campo rojiblanco con la ayuda de los diminutos Piatti y Crusat. Pero no había nada que hacer. La Real estaba muy bien plantada en el campo y únicamente permitía algún que otro lanzamiento lejano de vez en cuando. Nada más. Así que el Almería quería y no podía. El juego ofensivo, combinativo, de toque era incapaz de hacer daño al equipo donostiarra.

Los minutos pasaban y ya en el descuento, sin tiempo para mucho más, los andaluces enviaron un balón a la olla (¡sacrilegio!) donde estaba  Ulloa que había entrado en la segunda mitad. El delantero argentino bajó el balón con el pecho, la terminó de matar con el muslo, recortó a un defensa txurri urdin y batió a Bravo (que buen portero. Diego Alves tampoco se queda atrás). Dos a dos en el marcador, reparto de puntos en el Estadio de los Juegos del Mediterráneo, y todo el mundo a su casa, que son casi las once de la noche, mañana es martes y hay que levantarse temprano para trabajar.

 “¡Manda cojones!- pensaría Lillo caminando por el túnel de vestuarios-  todo el partido tocando y tocando y marcamos en el descuento con un pelotazo”. Juanma, ya lo dijo tu discípulo Guardiola: “Nuestro fútbol no es el único válido”.E